Caleb Plant tuvo de cuna un cajón y vivió rodeado de carencias, drogas y alcohol. En 2015 perdió a su hija de 20 meses. En 2019, su madre fue asesinada cuando la iban a internar y se alteró. Pero ahora está ante la mayor oportunidad deportiva de su vida, aunque pocos crean en él.
Cuando Caleb Plant camine rumbo al ring emplazdo en el corazón del MGM Grand de Las Vegas para afrontar la pelea más importante de su carrera ante Canelo Álvarez por la unificación de los supermedianos recordará el electrocardiograma que fue su historia, una montaña rusa entre la gloria y el infierno: “El boxeo es una imitación de la vida. Te noquean y te volvés a levantar. Después de todo lo que he pasado, siento que estoy preparado. Además de mi habilidad en el boxeo, mi destreza y todo lo que he estudiado sobre este deporte, las cosas que me han pasado en la vida me han preparado para este momento”.
El campeón estadounidense nació el 8 de julio de 1992 en un pueblo olvidado, casi una sucursal del infierno en la Tierra. Ashland City, parte del condado de Cheatham en el estado de Tennessee, es uno de los rincones más pobres de Estados Unidos: según el último relevamiento realizado en 2019, antes del devastador impacto económico que supuso la irrupción del coronavirus, Ashland City registraba un 18.2% de pobres pese a una baja de casi el 13% con respecto al 2018 en un país cuyo índice de pobreza era del 11.4%.
El pueblo de 4680 habitantes estableció un funesto récord cuando en 2017 registró 64 muertes por opioides. “No diría que el problema era el crimen, pero el abuso de sustancias, la metanfetamina, la heroína, las pastillas y el alcohol, se han apoderado de muchos de los amigos con los que crecí y de gran parte de la ciudad. Incluso en mi casa, en la que crecí, había mucho de eso. Mis amigos, muchos de ellos han ido a la cárcel. Vendiendo drogas, cosas así. Yo sabía que no iba a estar atado y encadenado a ella. Pero yo sabía que podía crecer para ser lo que quisiera y toda mi vida lo único que he querido es ser un luchador”, recordó el propio Plant en una entrevista con Sporting News.
Ashland City, cuyo alcalde Steve Allen acaba de ser procesado por haber realizado compras de alimentos personales con una tarjeta de crédito de la ciudad, volvió a ser noticia nacional en marzo cuando Quintenn Clark, un joven de 20 años que en su etapa en el secundario había sido uno de los nombres destacados dentro del entramado deportivo local tanto como lanzador en béisbol y mariscal de campo en el equipo de fútbol americano, fue encontrado sin vida tras una sobredosis por fentanilo.
Plant podría haber sido Clark producto de una infancia que definió como “perdida” y “caótica”, un denominador común para varios de los chicos que crecen sin un horizonte en un pueblo del cual es difícil escaparse. Plant vivía en un trailer junto a sus padre Richie, su mamá Beth y sus dos hermanas, sin aire en el verano y sin calefacción en el invierno. Durante sus primeros años durmió en un cajón porque ni siquiera tenían dinero para comprarle una cuna.
Como Richie soñaba con otro futuro para su hijo, armó un gimnasio que no tenía ring y cuyas cuerdas se formaban gracias a un entramado de personas que se tomaban de la mano. El pequeño Caleb primero probó con el kick boxing, herencia de un padre que hoy forma parte de su equipo de trabajo como ayudante, pero rápidamente descubrió al boxeo como refugio y medio para escaparse de la indigencia y de las adicciones: “El boxeo siempre fue como un santuario para mí”.
Plant comenzó a destacarse como amateur aunque no era cosiderado uno de los prospectos más importantes del país ni mucho menos había recibido el mote de la gran esperanza blanca del pugilismo norteamericano. En aquella etapa registró 97 triunfos y 20 derrotas y fue suplente para los Juegos Olímpicos de Londres 2012 antes de lanzarse exitosamente al profesionalismo en mayo de 2014.
Entre el final de su etapa amateur y su debut en el mundo rentado, el joven Caleb fue papá con apenas 20 años. Como fruto de su relación con Carman Jean Briscoe-Lee nació Alia el 7 de mayo de 2013 pero la alegría fue demasiado efímera: los médicos le notificaron que había nacido con una condición médica desconcocida, con un daño cerebral prácticamente irreversible que le impedía moverse, sentarse y comer.
Pese a la trágica situación, Plant, Carman y Alia no se rindieron. Los tres lucharon, como papá arriba del ring, para ofrecerle las mejores condiciones de vida y con la ilusión de un milagro. Más de 50.000 test le hicieron a la sangre de Alia en el hospital de niños de Vanderbilt, uno de los más prestigiosos del mundo, sin poder descubrir cuál era el origen de una enfermedad que le provocaba entre 150 y 200 convulsiones por día a una beba que pocas veces registraba lo que sucedía a su alrededor: “Hubo probablemente un puñado de veces en las que pude abrazarla y mirarla y establecer contacto visual en las que sentí que realmente me estaba mirando. Tal vez fueron cinco veces en 19 meses. Y el resto se podía decir que era como un borrón, era sólo una niebla. Ella no sabía dónde estaba o quién era yo”.
Plant le inyectaba una batería de ocho medicamentos, dos veces por día. Prácticamente vivía en el hospital, donde Alia solía estar internada, y de donde solo se alejaba para mantener su rutina de entrenamiento. Después de 18 meses, y ante una quinta internación para mantenerla con vida gracias a la intervención médica, los profesionales le comunicaron que sus expectativas no eran buenas.
Fue entonces cuando Caleb suspendió una velada en Philadelphia y se quedó para despedirse de su amada Alia en una escena que reconstruyó en The Mayweather Channel: “Me acerqué a ella y le dije al oído: ¿Estás cansada? Porque si lo estás, no me voy a decepcionar contigo. No me voy a enfadar contigo ni me voy a molestar contigo. Sólo quiero que sepas que si no quieres seguir con esto, te apoyo. Te quiero y tu padre no se va a enfadar contigo”. Plant y Carman finalmente autorizaron la desconexión de su hija del soporte vital que la mantenía con vida y el 29 de enero de 2015 a las 10:55, 19 meses de celebrar su nacimiento, escucharon el último suspiro de Alia.
“La extraño mucho, pero debe estar en un lugar mejor donde ya no sufre. Pelear por su memoria me motiva a boxear”, confiesa. Dos meses después de enterrar a Alia y ya alejado de Carman, Caleb se subió nuevamente a un ring con un objetivo entre ceja y ceja: en su último diálogo con su hija le había prometido que iba a ser campeón del mundo y que le iba a llevar el cinturón como ofrenda.
El 13 de enero de 2019, cuatro años después, cumplió: en su retorno al ring después de romperse una mano en una pelea, sobrevivió a un peligroso corte en el ojo derecho y venció al venezolano José Uzcátegui en un combate en el que no era favorito para adueñarse del cinturón de la Federación Internacional de Boxeo que todavía ostenta. Ya consagrado después de escuchar la decisión de los jueces, Caleb cayó arrodillado sobre el ring y sacó a relucir su emoción entre lágrimas: “Trabajé toda mi vida para esto, 17 años de carrera, enterré a mi hija en el camino, y le prometí que iba a ser campeón y que le iba a llevar el cinturón, y eso es lo primero que voy a hacer ahora en Tenneessee”. El 31 de enero, Plant subió en su cuenta de Instagram la foto en el cementerio con el cinturón de campeón frente a la tumba de su hija.
Después de tanta tristeza, Caleb había encontrado motivos para esbozar una sonrisa. También se había reencontrado con el amor gracias a la aparición de Jordan, su actual pareja a la que le propuso matrimonio tras la victoria frente a Uzcátegui. Reconocido como un héroe local en Ashland City, recibió las llaves de la ciudad con el cinturón en su cintura. Todo marchaba bien para Caleb pero en marzo de 2019, mientras entrenaba en Las Vegas, recibió un llamado de su hermana Madeline para comunicarle otra tragedia: su madre había sido asesinada.
El 9 de marzo una ambulancia acudió a una llamada de un amigo de Beth que reportó que no estaba en condiciones mentales. Beth, por entonces de 51 años, fue trasladada en la ambulancia pero en el medio de la ruta se violentó y amenazó a los médicos que decidieron frenarse y llamar a la policía cuando la paciente sacó un cuchillo de su bolso. El sargento Paul Ivey acudió a la escena y, después de ordenarle en varias ocasiones que se desprendiera del cuchillo, le disparó en dos oportunidades en imágenes que quedaron registradas por las cámaras. Aunque Plant fue crítico por el accionar del policía, el Gran Jurado de Cheatham decidió no presentar cargos al considerar que la amenaza -Beth con un cuchillo en la mano caminando hacia Ivey- era real y justificaba la reacción del sargento.
Beth, de apenas 51 años, había sido una de las tantas víctimas del mal endémico que aún hoy afecta a Ashland City: “Tenía sus demonios y estaba luchando contra ellos. Algunos de sus demonios eran más fuertes de lo que a ella le hubiera gustado que fueran”. En Instagram también publicó una foto en su memoria en la que reconoció que le hubiera gustado que su relación fuera diferente: con problemas de abuso de alcohol y de diferentes sustancias, Beth había estado bastante ausente durante la infancia de Caleb.
Sweethands, como lo apodan a Plant, encontró en el apoyo de su pareja un soporte fundamental para superar el dolor. Jordan, presentadora deportiva de la cadena Fox Sports, aterrizó en su vida un año después de la pérdida de Alia: “Definitivamente jugó un rol muy importante, me ha ayudado a crecer. Me hizo crecer, madurar, tener una mentalidad más fuerte en diferentes perspectivas. También sabe mucho acerca del boxeo, está siempre en el gimnasio conmigo todos los días, en mis sparrings, en mis ejercicios, en mis entrenamientos”, le reconoció a Los Angeles Times en la previa de la pelea frente a Canelo.
Pese a sus tragedias personales, Plant nunca se rindió y defendió en tres oportunidades su corona de la FIB. “Es básicamente la historia de mi vida. Tratar de pintar la imagen más hermosa posible con los colores que tenga”, analizó en diálogo con Sporting News. Si bien nunca fue considerado como una de las estrellas del boxeo norteamericano, este sábado tendrá la oportunidad de dar un batacazo a una pelea a la que claramente no llega como favorito.
Es más: nadie en el mundo del boxeo más allá de su equipo de trabajo confía en que pueda destronar a un Canelo Álvarez que atraviesa el mejor momento de su carrera. Más allá de los resultados, la evolución del mexicano dentro y fuera del ring ha sido sustancial. Aunque dispone de atributos físicos gracias a su ventaja en altura y alcance, la falta de poder en sus puños -no por nada lo apodan “manos dulces”- es el gran déficit en el arsenal de recursos del que dispone el técnico y talentoso Plant.
Mike Tyson fue uno de los tantos que descartó las chances del estadounidense: “Plant va a ser descuartizado. Lo va a matar, así de sencillo. Si es tu amigo, vas a ir a su funeral. Lo va a hacer pedazos”. Pero Plant le respondió al mundo en una de las últimas conferencias de prensa de un acalorado tour con Canelo: “Muchos se rieron de mí cuando dije que iba a ganar el 6 de noviembre. No me creen. Pero déjenme explicarles algo, todos ustedes viven que me dicen lo que puedo hacer o no, toda esa mierda, viven vidas creíbles y hacen cosas creíbles. Pero cuando empecé, me prometí que iba a llegar a lo más alto, y si no lo logro no tengo problema en estrellarme o morir en el camino. Me propuse vivir una vida increíble y lograr cosas increíbles, por eso no necesito que crean en mí, quiero que sigan haciendo lo que hacen, y que no crean en mí, porque son la razón por la que estoy acá”.
PorMatías Baldo / Infobae