Una desventura amorosa que culminó en un torrente de lágrimas.
Grandes figuras del cine mexicano, Angelines Fernández (hoy se cumplen 100 años de su nacimiento) y Ramón Valdés se conocieron mucho antes del éxito de El Chavo del 8. En la ficción, ella lo cortejaba sin éxito. ¿Y afuera del estudio de grabación? Lo que allí sucedió, ni a un genio creativo como Chespirito se le hubiera ocurrido.
En torno a esta historia permanecerán muchos misterios que ya no podrán resolverse, ante la partida -todavía lamentada- de sus protagonistas. Solo Roberto Gómez Bolaños, el genial Chespirito, estaría en condiciones de responder cuánto se inspiró en el vínculo real de Ramón Valdés y Angelines Fernández al momento de decidir de qué manera se relacionarían -en la vecindad de El Chavo del 8- Don Ramón y La Bruja del 71, sus respectivos personajes. Porque es sabido que solía tomar elementos de la vida cotidiana para trasladarlos a la pantalla chica. Por caso, entre Valdés y Don Ramón no existían mayores diferencias: “Sé vos”, le dijo Chespirito al actor antes de su debut en el ciclo.
Y entonces, ¿realmente Angelines moría de amor por Valdés como La Bruja lo hacía por Don Ramón? Esta crónica se tomará el atrevimiento de buscar una respuesta a la incógnita, comprendiendo de inmediato que, al fin de cuentas, puede que en esta vida existan apenas dos certezas: el amor y la muerte. A todos nos alcanzarán ambas instancias. Es irremediable.
“Mi Roro…”, decía Angelines Fernández en un hilo de voz -apenas perceptible- cada vez que los recuerdos la derrotaban estando allí, en los estudios donde se grababa El Chavo del 8. Segundos después ocultaba su profunda tristeza en el gesto adusto de La Bruja del 71 y rodaba una nueva escena del programa que desde 1979 ya no contaba con el amor idílico de su personaje: Don Ramón.
En cambio, desde el 9 de agosto de 1988 a la vida de Angelines le faltaba Ramón Valdés. Y aquel “Mi Roro…” que la Bruja del 71 le decía embelesada a Don Ramón en la ficción, era el mismo que desde entonces la actriz repetía todos los días, presa de los recuerdos de su excompañero, de su gran amor en la vida real. Y poco le importaba si alguien la escuchaba. ¿Cuál era el sentido? Ya no tenía a quién decírselo.
Ficción y realidad
Angelines y Valdés ya eran amigos antes de que ella ingresara al ciclo de Gómez Bolaños. Porque fue justamente Ramón quien le pidió a Chespirito que le diera una oportunidad a esta actriz nacida en Madrid el 9 de julio de 1922. El creador de El Chavo y El Chapulín Colorado le hizo una entrevista y se convenció enseguida. Así nació Doña Clotilde, más conocida como la Bruja del 71 por ser ese el número de su departamento, que coincidía con el año en que se estrenó la serie: 1971. De ese modo, Angelines fue la última integrante en sumarse a la bonita vecindad, allá por 1972.
Doña Clotilde era una mujer mayor que lucía un largo vestido celeste y un arreglo sobre su cabello. Vivía sola, a todos les escondía su verdadera edad, y si bien se mostraba muy malhumorada con los niños, no tenía maldad: lejos de la carga negativa de su apodo, no quería complicarle la vida a nadie ni entrar en pleitos. Perdidamente enamorada de Don Ramón, Doña Cleo —como la llamaba el padre de la Chilindrina— lo cortejaba a su modo: le cocinaba, lo ayudaba con los mandados, le hacía regalos, lo piropeaba. Pero no le alcanzó. Su amor jamás fue correspondido.
María de los Ángeles Fernández Abad —tal el verdadero nombre de Angelines— llegó a México desde España en 1947, casi 25 años antes del estreno de El Chavo del 8, escapando de la crueldad de un Francisco Franco al que había enfrentado siendo guerrillera. Luego de un breve paso previo por La Habana, Cuba, ya en territorio azteca pudo desplegar su vocación artística participando de distintos teleteatros y radionovelas. La obra Un corazón con freno y marcha atrás, de 1950, significó su gran despegue en el mundillo teatral.
Al igual que Ramón Valdés (quien filmó más de 100 películas), su huella la dejó en la pantalla grande: desde 1955 Angelines fue protagonista de la época dorada del cine mexicano, participando de distintos filmes con el célebre Cantinflas. Dueña de una gran belleza y una fuerte personalidad, se desempeñaba con soltura en los papeles dramáticos. Por eso no le resultó sencillo adaptarse a la comedia con su rol de Doña Clotilde, que además le exigía afearse.
En 1968, en la película Corona de lágrimas, Angelines y Ramón compartieron un elenco por primera vez. Allí se hicieron grandes amigos. En cambio, nadie sabe con certeza cuándo ella se enamoró de él. Y así como luego le ocurriría a Doña Clotilde con Don Ramón, tampoco fue correspondida: Valdés la adoraba, pero no la amaba.
Como fuera —o quizás, como ella pudo—, transitaron la amistad cercana. Y esos siete años juntos en El Chavo del 8, que concluyeron cuando el personaje de Don Ramón se fue de la tira por la renuncia del actor. Y también las relaciones amorosas y los recurrentes matrimonios de Valdés: tres en total. Con todo eso lidió el corazón de Angelines.
Luego de una valiente lucha de casi cuatro años contra el cáncer (ocasionado por su adicción al cigarrillo), Ramón Valdés murió en 1988. Al concluir un entierro multitudinario, Angelines permaneció por más de dos horas junto a su lápida en el panteón Mausoleos del Ángel, en la Ciudad de México. Entre sollozos, la escucharon repetir una y otra vez: “Te fuiste mi Roro… mi Roro…”.
Pese a la muerte de Ramón Valdés, La Bruja del 71 siguió en la vecindad del Chavo. Lo haría en total por casi 23 años, hasta que la salud de la actriz empezó a desmejorar. El hábito compartido con su gran amigo (maldito tabaco) le provocó un cáncer de pulmón. Y aquel corazón maltrecho de tanto haber latido en vano por Ramón se detuvo para siempre el 25 de marzo de 1994. Angelines Fernández tenía por entonces… 71 años. Casi sin excepciones, la realidad siempre supera a la ficción.
Comprendiendo que la muerte se aproximaba, meses antes de partir Angelines había pedido expresamente que se le cumpliera un último deseo: ser enterrada junto a Ramón. Y esta vez sí fue correspondida.
Por eso hoy, quien se dirija a Coayacán, en el sur de la Ciudad de México, podrá ofrecer sus respetos a quien tanto hizo reír con su entrañable Don Ramón. Pero también tendrá la posibilidad de dejar una flor en homenaje a esta mujer que brindó su cuerpo para luchar contra Franco, su alma para subir a las tablas, su corazón a un único amor: los restos de María de los Ángeles Fernández Abad también descansan allí, a escasos centímetros de Ramón Valdés Castillo, en Mausoleos del Ángel.
Porque aquello que le negó el destino, lo consiguió ella misma.
Desde 1994 junto a su Roro. Y para toda la eternidad.